El rey leproso y la cabeza del médico extranjero.
En uno de los distritos de la Persia antigua, reinaba en otro tiempo un soberano de origen desconocido que padecía la horrible enfermedad de la lepra. Inútiles fueron los remedios que aplicaron los mejores médicos de la corte para librar al rey de tan terrible mal. Un día llego a la corte un médico extranjero que se encontraba de paso por esas tierras para perfeccionarse en su ciencia, Al enterarse del padecimiento del rey, aseguro que él podría curarlo, con la condición de que el hiciera todo lo que le ordenase. Conforme, el rey prometió darle a cambio honores y riquezas.
El medico mando a construir una masa con mango hueco y hendiduras de tramo en tramo. Lo relleno con diversas drogas y le indico al rey que debería jugar al malló con los cortesanos empuñados fuertemente la masa para arrojar la pelota. También tendría que agitarse mucho y transpirar. Le explico que cuando el calor de la mano hubiera recalentado las drogas medicinales que habría puesto en el mango de la masa, se producirían emanaciones que serían absorbidas por los poros de su piel. Una vez obtenido ese efecto, el rey debería volver al palacio, darse un baño friccionando todo el cuerpo y acostarse inmediatamente. Al día siguiente, se encontraría enteramente curado. El rey cumplió con todo lo ordenado por el médico, y al día siguiente amaneció completamente limpio y sano para sorpresa y admiración suya y de toda la corte. Se sintió tan agradecido que honro al médico sentándolo en su mesa-honra muy rara y de gran prestigio en aquellos tiempos-, lo recompenso generosamente y además le asigno una buena suma de dinero al mes.
