En mi opinión, el divorcio es una decisión válida y necesaria cuando una pareja ya no encuentra armonía en su relación. Considero que permanecer juntos por costumbre, miedo o presión social puede ser más perjudicial que beneficioso, especialmente si hay resentimientos, conflictos constantes o falta de comunicación. Mantener una relación que genera sentimientos negativos puede afectar no solo a los cónyuges, sino también a los hijos y al entorno familiar, provocando estrés emocional y conflictos que podrían haberse evitado con una separación amistosa.
Creo que el matrimonio debe basarse en respeto, amor y apoyo mutuo. Cuando estos elementos desaparecen o se vuelven insuficientes para mantener la relación saludable, el divorcio se convierte en una opción responsable. Separarse no significa fracasar, sino reconocer que la relación ya no cumple con las expectativas de ambas partes y que continuar puede generar más daño que beneficio. Además, el divorcio permite a cada persona buscar su bienestar emocional y oportunidades de crecimiento personal.